Ésta es otra entrada para todos aquellos dispuestos a currarse a fondo un mundo de fantasía para ubicar allí sus relatos o las aventuras roleras de su grupo de juego.

Por mi parte, después de llegar a ese estado, me pregunté cómo podría hacer más vívida (y verosímil) la existencia de todos esos cultos. Los que sigan este sitio habitualmente saben que he completado un listado de divinidades para diferentes panteones. Entre todas ellas suman más de sesenta. Por supuesto que algunas prácticamente no serán ya adoradas, olvidadas por la cultura que las dio a luz; otras tendrán un culto secreto y oscuro; y unas cuantas sólo tendrán importancia a nivel regional. Pero sigue quedando un número importante; ¿cómo crear tantos cultos diferentes? Una primera opción es crear una religión centrada no en una deidad, sino en un panteón completo. Así lo resuelven en el mundo de Eberron, verbigracia.
Pero no iba conmigo. O con Lüreon. Yo quería mantener ese espíritu clásico, y si centraba el culto en un panteón completo corría el riesgo de quedarme con sólo dos o tres religiones. La respuesta, me decía, debe estar en los clásicos. Finalmente, hace ya mucho tiempo, llegué a una solución de la forma más absurda: mientras preparaba una partida, decidí colocar un templo dedicado a una deidad de la que no recordaba el nombre exacto, y en lugar de buscar los papeles donde tengo anotadas todas esas cosas, lo nombré simplemente como Templo de la Sanación. Y ahí estaba. Lo había visto otras veces: un lugar de culto común a diferentes deidades, porque se basaba no en la deidad en sí, sino en los conceptos que ésta propugnaba o representaba.
La idea no está tan lejos de lo que podríamos llamar «sincretismo religioso». El sincretismo es, según el DRAE, un «sistema filosófico que trata de conciliar doctrinas diferentes». Los casos son múltiples: Todos conocemos la identificación que sufrió el panteón romano, desde sus deidades agrícolas y guerreras, relativamente simples, hasta adoptar todas las historietas que los griegos habían desarrollado (y, vencidos, vencieron). Mas lo mismo sucedió con otros pueblos. Así, el culto a la frigia Cibeles fue sustituyendo al de la arcaica Magna Mater, y más tarde acabó asimilando al de la egipcia Isis, que quedó como uno de sus aspectos. El sincretismo surge con la unión de dos creencias diferentes (o no tanto). Una conjunción en la que pueden darse diferentes estados:
- Hostilidad. Uno de los cultos, o ambos, no soporta la existencia de los otros. Esto puede dar lugar incluso a la lucha armada, llámese guerra santa, yihad, o de cualquier otra forma, sobre todo si entran en juego intereses políticos y/o conquistadores. En nuestra ambientación puede dar lugar a interesantes aventuras, máxime si el grupo de héroes está en contra de una religión opresora. El peligro yace en que este culto cruel se vea identificado con el cristianismo o el islam. La saga Príncipe de Nada, escrita por Scott Bakker, se centra precisamente en un conflicto de este tipo.
- Coexistencia. Los dos cultos se mantienen cada uno por su lado, sin que exista ningún tipo de lucha por sus fieles, ni tampoco influencia mutua. Esto no quiere decir que no puedan cooperar para alcanzar un fin común, sino que sus respectivas doctrinas no se ven alteradas. El ejemplo que me viene a la cabeza es del siglo XIII, cuando la libertad religiosa del Imperio Mongol permitió que coincidieran budismo, islam, nestorianismo e incluso confucionismo. Sin embargo, esto ocurría un par de generaciones después del dominio de Gengis Khan, y las diferentes hordas mongolas se fueron separando cada vez más. En la siguiente generación llegaron al enfrentamiento, precisamente por causas religiosas. Así que no sé si este tipo de relación pueda durar mucho tiempo. En las ambientaciones de fantasía, los diferentes cultos civilizados (los de las deidades «buenas») parecen coexistir en armonía, incluso cuando uno o varios son más grandes e influyentes.
- Influencia. Ya sea en un solo sentido, o en ambos, los cultos se ven alterados levemente por la existencia del otro. Este es el caso más común en la antigüedad clásica, como ya hemos comentado más arriba.
- Asimilación. Uno de los cultos, mucho más extendido, absorbe las características del otro. La deidad se convierte así únicamente en un aspecto de la principal. Por ejemplo, Tucídides, al hablar de las fiestas de los atenienses (libro II), puede nombrar a Zeus Miliquio. Este Miliquio era divinidad de la vegetación, dios purificador cuyo nombre significaría «benigno» o «clemente», y que recibía culto en la propia Atenas y algunas otras ciudades. Sin embargo, aparece aquí supeditado a Zeus, el dios supremo. Y hemos de suponer que también existía una diosa victoria que dio lugar a la Atenea Niké adorada en un pequeño templo ateniense (todavía en pie), tras la Batalla de Salamina: una Atenea que sostiene en su mano a otra deidad más pequeña, la Victoria.
- Identificación. Los cultos, a pesar de tener pequeñas diferencias, adoran a la misma deidad. Son similares los ejemplos de Amon-Ra y de Febo Apolo, que en ambos casos proceden de dos divinidades diferentes (una de ellas representante del sol) que han acabado fusionadas. Por supuesto, que a partir de cierto momento los romanos adoptaran todos los mitos asociados a las deidades olímpicas para sus propias divinidades (y así podamos decir que Júpiter es el Zeus romano), responde al mismo caso.
Ésa es la tarea que me queda ahora por hacer en Lüreon, aunque ya he avanzado bastante. Otro día, les hablaré de ello.
Gracias por esta entrada, me ha ayudado a aclarar ideas y a centrarme en la creación de cultos. Te sigo leyendo
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, amigo.
EliminarLa verdad es que a veces me pregunto si este tipo de entradas interesarán a alguien, y siempre me sorprendo con el relativamente alto número de visitas y con comentarios como el tuyo.
De nuevo, gracias.