Conocida portada del susodicho, aunque la ropa de esgrimista no tenga nada que ver con la época |
La narración nos lleva hasta el Madrid de 1868, con Prim amenazando entrar en Madrid, y la Gloriosa a las puertas. Ése es el telón de fondo sobre el que Pérez-Reverte hilvana una historia de engaños en torno a la figura de Jaime Astarloa, un envejecido (que no viejo) maestro de esgrima, chapado a la antigua y amante del honor y la honestidad. En esta figura es donde se deposita ese gusto por lo tradicional, por los valores olvidados, que tantas veces vemos en las obras de don Arturo.
Ésta, mucho mejor |
El carismático maestro es engañado por Adela de Otero, misteriosa mujer que, salvando las distancias, parece basada en la Milady de Dumas. Y así, don Jaime comienza a seguir la pista de unos documentos (una suerte de McGuffin para la novela), aunque todo lo que encuentra es una serie de cadáveres.
Y así, un tanto de novela negra (por la investigación) se cruza con la folletinesca (por los lances, y ciertos caracteres), y entran a formar parte de la novela realista en que está basado el estilo de la obra. Porque el autor utiliza no sólo una ambientación del XIX (tertulias en el café, trasfondo político, cuadros de sociedad), sino también algunos usos y giros del lenguaje típicos del Realismo.
Y salpicando todo ello, el regusto del arte de la esgrima, no sólo en la cabeza del protagonista, que sigue buscando la 'estocada perfecta', sino también adornando la obra a modo de títulos para los capítulos: ataque falso doble, estocada corta, a punta desnuda...
En definitiva, un libro que un amante de los duelos a espada, de la historia, o simplemente de las buenas novelas, no puede dejar pasar de largo.
Y si no son de leer, siempre pueden ver la película de Pedro Olea, una adaptación bastante fiel de la obra.
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