Reseña: El pintor de batallas

Dos años después de Cabo Trafalgar, en el 2006, Alfaguara publicaba la siguiente novela de Arturo Pérez-Reverte: El pintor de batallas.

Se trata de una obra con una cantidad de acción prácticamente nula, pero cuya trama es particularmente intensa. Todas las escenas son o bien diálogos entre los dos protagonistas, o bien recuerdos de uno de ellos. Faulques, fotógrafo de guerra, ha decidido «colgar la cámara» y se dedica a pintar un mural que ocupa todo el interior del torreón donde reside. Ivo Markovic, soldado en Yugoslavia y cuyo rostro le valió a Faulques premios y reconocimiento, le visita en su torreón y le anuncia que va a matarlo. Entre ambos se suceden entonces diversas charlas en las que conocemos parte de la historia de ambos, mientras se van intercalando con los recuerdos de Faulques sobre su vida con Olvido Ferrara (nombre irónico donde los haya).

Por supuesto, la obra está teñida con el sentimiento antibélico que recubre muchas de las novelas del autor. Tanto los temas concretos como el tipo de narración hacen de esta obra una suerte de contrapartida a Territorio comanche, con la diferencia de que en esta ocasión todo parece mucho más personal: los años pasados desde la guerra no han anulado en los personajes sus efectos sobre la psique, y simplemente han sustituido el horror debido a la maldad humana por una sensación de pérdida.

Se trata de una novela que debe leerse despacio, como deslizándose por sus líneas, para poder apreciar todos los matices psicológicos que van recorriendo sus personajes, los cuales están construidos capa sobre capa hasta parecer, a todos los efectos, personas de carne y hueso.

2 comentarios:

  1. Pérez Reverte es un gran escritor, qué duda cabe. De sus obras, quizá me quede con la saga «Alatriste» por el estilo narrativo y lo ameno de su lectura. En este punto, he de confesar que la novela de corte histórico me apasiona, y de ahí puede que venga mi preferencia. En cuanto a esta novela, me dejó algo desencantado. Late en ella un claro desánimo y una angustia vital que culmina en la última página. La moraleja encubierta que a mi entender es fruto de la experiencia periodística a pie de batalla del propio autor no quita méritos a la obra, pero como digo, te deja con mal sabor de boca. Una novela intimista para leer con detenimiento alejándose de cualquier prejuicio establecido. Se lee bien, pero prefiero al Pérez Reverte metido de lleno en aventuras históricas.

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    1. Muy cierto, esta obra entra en esa línea intimista que comenta, y puede ser la más influida por ese pasado del autor como reportero, con la salvedad de Territorio Comanche.
      Muchas gracias por el aporte que añade su opinión. Un saludo.

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