Mitología cábira (II)

Otras cuatro deidades del panteón iniciado por las gentes de Nylia, luego muy extendido entre los pueblos del oeste de Lüreon.

Daruqu
El dios creador, principio de Lüreon y de sus gentes. Deidad poderosa y eufórica, popular entre plebeyos y nobles, mercaderes y artesanos, jóvenes y viejos. Aunque en ocasiones se entrega al entusiasmo de la abundancia y a la vanidad, es optimista y perseverante, y bendice las nuevas empresas arriesgadas. El culto anima a sus numerosos fieles a construir y crear cosas nuevas, restaurar áreas estériles, promover el desarrollo de los cultivos, y conducir los gobiernos a nuevas cotas de armonía y progreso. Se patrocinan competiciones atléticas para promover la camaradería, se impulsa el arte y la industria mediante donaciones, y se financia la recuperación de objetos y conocimientos perdidos. En sus templos se lleva a cabo una oración al alba, que goza de gran importancia durante los equinoccios y solsticios.

Dimuïr
Deidad del comercio y los viajes. Atenta pero discretamente mística. Tranquila y plácida, a menudo parece triste por acontecimientos del pasado. Su culto está formado por un grupo diverso de adoradores, pero todos ellos se muestran amistosos unos con otros. En sus templos, que van desde pequeñas capillas a grandes edificaciones, se lee la buenaventura, se concede una generosa curación y se practican la autosuficiencia y la humildad.

Diqtu
La deidad asesina, el Fin de la Luz. Disfruta con el odio y el conflicto, maquinando en la sombra y destruyendo desde lejos. Dentro de su culto, la jerarquía resuelve las disputas internas mediante la razón firme y fría, no imprudentemente o de forma incontrolada. Trabajan sutil y pacientemente para dividir las fuerzas de sus enemigos y alzarse por encima de los demás, aunque no temen las acciones violentas, rápidas y decisivas, si les llevan a alcanzar sus objetivos. Los eclipses se consideran sagrados, y son acompañados por banquetes, fervientes oraciones y sacrificios de sangre.

Elu–Sila
Diosa de la curación. Deidad generosa y sacrificada, dispuesta a soportar cualquier carga por una persona. Bondadosa y tranquila, es siempre amable y resulta difícil enfurecerla. Se toma grandes molestias para tranquilizar a los niños y jóvenes, y se siente muy ofendida por aquellos que buscan hacerles daño. Al contrario que en otros cultos, en el de Elu–Sila hay muchos mártires, ya que sus clérigos dedican casi todos sus esfuerzos a proporcionar curación y consuelo a los heridos y enfermos. El culto entrena a sus seguidores para reconocer todo tipo de enfermedades y afecciones, enviándoles donde hacen falta para aliviar el tormento de otras personas (las zonas pobres de las ciudades, lugares azotados por la peste o la guerra, o las tierras salvajes al límite de la civilización).

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