--- Del diario de Jari Elesei ---
(Notas para "La muerte hambrienta")
12 de Olarune, AR 994 (continuación).
La mañana fue tranquila. Me quedé en la habitación de Myev, acompañando a Zuki por si necesitaba algo, y mal leyendo un libro tomado de la reducida biblioteca del hotel. Zuki me pidió que enviara un mensaje a su Casa, y no tardó mucho en aparecer un mediano de la Casa Jorasco, que se ocupó de sus heridas.
Un par de horas después llegaron nuevos miembros de la expedición. Su navío había encontrado un par de tormentas, raras en esta temporada, y habían llegado tarde. Aún así, pensaron acertadamente que, aunque no habían podido acudir a la sesión informativa de ayer, la expedición quizá no habría partido. Son Adalstan, un marino de Lhazaar que va un poco sobrado, y Taris Tarradan, enviado por la Iglesia de la Llama de Plata.
A su llegada, Zuki y yo nos miramos con cierta complicidad. ¿Les contaríamos todo lo que nos había pasado? Aún dudábamos, cuando el doctor Eutarko no tuvo reparos en soltar por su boca –hay que reconocer que con rigor académico– lo que había sucedido. Aún no había acabado, cuando Silamior, que hasta ese momento había estado mirando por la ventana, abrió una de las hojas y, mientras tendía su ballesta, gritó: «¡Mirad!».
Todos nos acercamos, por supuesto. Allí, en la calle, nuestras compañeras Myev y Lienia perseguían a Utogo Larko... pero este andaba tambaleante, y en lugar de llevar el brazo izquierdo colgando del hombro, como sería lo esperable, lo transportaba con su otra mano, casi arrastrándolo por el suelo. Mientras mirábamos, nuestras compañeras alcanzaron al muerto viviente: Myev lo derribó de una patada y Lienia le cortó la cabeza, que salió rodando por el suelo hasta ser ensartada por un virotazo de Silamior, que demostraba así su sobresaliente puntería.
Al parecer, según nos contaron luego la semiorca y la elfa, la cabeza había comenzado a hablar, antes de que la alcanzara el disparo. Algo sobre volver a entrar cuando la puerta se abra. ¿Qué poseía a Larko? ¿De qué puerta hablaba ese ente?
Nueva charla con la guardia y nueva reunión de los miembros de la expedición Larko, que ahora tendría que cambiar de nombre. Aunque algunos muestran reticencias, en general todos estamos dispuestos a encontrar esa pirámide y tratar de acabar con este oscuro mal.
Para ello, lo primero que debemos hacer es conseguir el fragmento de oro que, según creemos, forma parte del sello que contenía encerrada esta amenaza. Así que nueva visita a la guardia. En los cuarteles conocemos al doctor Mordecai Roi, que nos muestra cómo del cadáver de Lars ir'Pelan han crecido unos finos zarcillos, similares a pequeñas raicillas blancas, que «buscan» su propia cabeza. Escalofriante es decir poco.
13 de Olarune, AR 994 (Puerto Áspid).
Es sorprendente que esta pequeña población tenga uno de los cuerpos de seguridad más colaboradores con los que me he topado. Ojalá en las grandes ciudades pudiera encontrarse este nivel de implicación. Con la ayuda de seis voluntarios, la participación del Gremio de Halladores de la Casa Tharashk y ciertos desembolsos por parte de algunos de mis compañeros, hemos organizado el viaje hacia el interior de la jungla. ¡Ka'rhashan, allá vamos!
16 de Olarune, AR 994 (campamento a orillas del río Carmesí).
Ayer fue un día ajetreado, después de los dos cansados días de marcha a través de la selva. Por la mañana, poco antes de llegar a la aldea de gente lagarto, fuimos emboscados por un grupo de kharisiri, esos extraños muertos vivientes cuya boca se transforma en la de una lamprea. Pudimos salir de allí con vida, aunque uno de los guardias de Puerto Áspid ha quedado malherido.
Mientras los guías proporcionados por la Casa Tharashk visitaban la aldea de Ka'rhashan para tratar al herido y hacerse con provisiones, nuestro grupo buscó a Najra. Encontramos su cabaña con cierta dificultad, pero valió la pena. La buena señora parecía más propia de la campiña de Aundair, e incluso nos ofreció un té. Ahora sabemos dónde se encuentra la pirámide.
18 de Olarune, AR 994 (Ka'rhashan).
¡Victoria! ¡El mal está contenido, los kharisiri han sido destruidos y nuestro grupo sigue con vida!
La pirámide se encontraba en un lugar yermo y desprovisto de vida. Fuimos testigos de cómo dos de esos monstruos regurgitaban a través de una grieta la grasa extraída a saber de qué víctimas (espero que fueran de animales). Entre las ruinas, encontramos una horrible pila de cadáveres. Las moscas, los gusanos, el hedor... Esto nos pasará factura. Algunos de mis compañeros tenían los ojos desorbitados, y seguro que yo no presento mejor aspecto. Mis manos tiemblan mientras escribo...
Por fortuna, dimos con una especie de conducto de ventilación que nos llevó a unos túneles. Como si fuéramos unos aguerridos aventureros o unos avezados saqueadores, nos internamos en la oscuridad. No tardamos mucho en dar con el lugar donde faltaba el sello, rodeado de un charco de inmundicia, grasa rancia y gusanos. Por todas partes.
A Myev se le ocurrió que podríamos usar algunas piedras para andar sobre el charco, y Lienia tuvo el ánimo suficiente como para volver a completar el sello. Aún no concibo que haya sido tan fácil. Solo nos queda regresar a casa.
21 de Olarune, AR 994 (Puerto Áspid).
Ayer volvimos al inicio del viaje, pero ojalá no lo hubiera hecho. Todos llevábamos un peso en el corazón, pero lo achacábamos al cansancio. Era una sensación tan extraña...
Al llegar a Puerto Áspid comenzamos a oír noticias de lo que ya, solo un día después, se conoce como el Día del Luto. ¡Oh, Cyre, ¿qué te han hecho?!