Un poco de pelis

No, de momento no voy a hablar de ese estreno que se llama como el personaje más famoso de sir Arthur Conan Doyle (ni siquiera han mantenido el concepto de personaje como en Solomon Kane, pero aún así tengo bastantes ganas de ver a Downey Jr y compañía; simplemente me olvidaré de cómo se llama la peli mientras me apoltrono en la butaca).
Hoy sólo les recordaré un cuarteto de pelis cuyo estreno no tenemos tan cerca.
Por un lado, Furia de Titanes, con Sam Worthington y Liam Neeson, tiene como fecha de estreno el próximo 26 de Marzo. Ya saben que es un remake de la de 1981, así que les aconsejo que, si pueden, la vean durante las próximas semanas, y así podrán comparar una y otra.
Respecto a El hobbit, parece ser que la cosa va muy despacio, amén de que Tolkien State (organización que regula el patrimonio literario de Tolkien) y New Line Cinema tienen un conflicto legal, porque según Christopher Tolkien no han recibido el monto por la trilogía de Peter Jackson. La verdad es que sería muy interesante que el proyecto siguiera adelante, porque cuenta con los mismos tres guionistas que El señor de los Anillos, con la adición del director, Guillermo del Toro; con los conceptos de Alan Lee y John Howe (los más famosos ilustradores de la obra de Tolkien, que ya trabajaron en la trilogía), a los que se les uniría Mike Mignola (autor del comic de Hellboy, y colaborador con del Toro en la adaptación del mismo y en El laberinto del fauno); y sobre todo con los actores Ian McKellen (Gandalf), Andy Serkis (Gollum), tal vez Viggo Mortensen (Aragorn), tal vez Doug Jones (el 'pescao' en Hellboy, el 'fauno' en El laberinto del fauno, ahora querría ser Thranduil); tal vez la voz de Christopher Lee (como Smaug; ya está muy mayor para viajar a Nueva Zelanda, pero le hubiera gustado ser Saruman de nuevo), tal vez la voz de Ian Holm (el Bilbo de la trilogía podría ser el narrador ahora), y, para hacer del Bilbo de esta adaptación, hay varios nombres, entre ellos Daniel Radcliffe (Harry Potter) y James McAvoy (el principal en Wanted, o Tumnus, el fauno de Narnia). Lo que no sé es exactamente qué quieren hacer, porque dicen que serán dos pelis, introduciendo los detalles que no aparecen en el libro (como la reunión del Concilio Blanco y la expulsión del Nigromante), pero, al parecer, dejando éstos para la secuela. Entonces, digo yo, no sería mejor llamar a las pelis El hobbit y, no sé, El Concilio Blanco. ¿Tanto dinero se iba a perder en taquilla? Si, como yo, no pueden esperar, tal vez puedan conseguir la adaptación animada que data de 1977. Aunque no creo que sea lo mismo, la verdad.
Por cierto, que comprobando todo lo anterior me acabo de dar cuenta que Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, séptimo y último libro de la saga, va a ser adapatada en DOS películas, a estrenar en 2010 y 2011.
Por último, les quería hablar de nuestro trepa-muros favorito. Si bien no soy un fan entusiasmado de las tres pelis que han sacado hasta el momento (que iban de mal en peor, al parecer por culpa de la Marvel), leo en esta entrada del blog del valenciano autor David Mateo, que la serie de pelis se corta. Sam Raimi, su director, sale del proyecto, junto con los actores del reparto, y la cosa vuelve a empezar con un joven Peter Parker de instituto. No jodas... ¿Qué se creen, que les va a funcionar como a los de Batman Begins? Alguno ya se lo está imaginando:

Semblanza de Peristerio (repetición)

Gracias a sus comentarios de la entrada anterior, un servidor vislumbró una pequeña pista que le ha llevado a mejorar el texto que les presenté hace tres días. En primer lugar, el contenido de ese extracto va a ser el único que aparezca en ese primer interludio, dejando la otra mitad de la historia para el siguiente. Además, sobre todo, he modificado el punto de vista del narrador (aunque sigue siendo una narración en tercera persona, pasa a ser un narrador con "sentimientos", en lugar de uno "enciclopédico"), y el estilo pasa a ser directo (es decir, de diálogo). Aunque el texto ha aumentado su amplitud, he decidido colocarlo aquí completo para que puedan observar los cambios realizados; además, se lee más rápido que el anterior, así que no se agobien. Creo que, si se fijan, podrán ver la interesante reutilización de parte del texto. Ya saben que sus comentarios siguen siéndome muy útiles.


El crío corría por la pequeña arboleda, ignorando las ramas que le azotaban el rostro; seguía un recorrido aleatorio, esquivando los escasos árboles que encontraba y, con suerte, también los espinosos matorrales. Veía un fulgor unas varas más adelante, que sería con seguridad una hoguera de algún viajero. Efectivamente, de repente, con una absoluta falta de continuidad, llegó a un claro, y la fuerte luz de un gran fuego le iluminó la cara. En el ímpetu de su carrera y cegado por el resplandor, tropezó con una pequeña piedra y cayó de bruces. Cuando consiguió levantar la faz del suelo, manchada de savia y tierra seca, contempló lo que tenía a su alrededor. Un carromato de vivos colores se encontraba a su izquierda, del lado del camino, y el que debía ser su tiro, un viejo percherón ceniciento, estaba atado en su parte trasera. Más importante, un cincuentón seía sobre un tocón, frente a él, mirándolo con la boca abierta y el negro bigote salpicado de guiso. Aunque el joven no podía saberlo, era uno de esos cirujanos ambulantes que lo mismo quitan una muela como recortan una barba.
– Pero... ¡Menudo susto me has dado, chico! ¿De dónde sales?
Por toda respuesta, miró asustado tras de sí, y fue a refugiarse a espaldas del hombre.
– ¡Oye! ¿Qué diablos pasa? ¿De qué huyes? – el hombre trataba de sacarse al chaval de detrás sin caerse de su estrecho asiento o, al menos, de mirarle a la cara mientras le hablaba.
– Del molinero.
– Mira, chico, esto a mí no me incumbe, vete a apañártelas con el molinero o pídele ayuda a tu santo padre.
– Vos no conocéis a mi padre. Es un bebedor y un pendenciero.
– No será el ogro tan verde como lo pintan.
– No sabe hacer otra cosa que darme con el cinturón. ¿Qué os parece eso?
– Por algo lo hará, chico. Escucha, ¿cómo te llamas? ¿De dónde eres?
– Soy Peristerio de Piedrabuey.
– Vale, yo soy Einiano. ¿Y se puede saber por qué corrías huyendo del molinero a más de una legua de tu aldea? – y ante el silencio del chico, continuó –. No tendrá nada que ver con mi actuación de hoy allí, ¿verdad?
– Mirad, Einiano, mi padre es el molinero – la cara de Peristerio ni se inmutó con semejante mentira.
– Que tu padre es... ¡Ah! Leche, haberlo dicho antes, menudo lío. Igualmente, ¿por qué huías de él?
– Como bien habéis dicho, parte de la culpa es vuestra. Quiero decir, os vi hoy en Piedrabuey, y quería unirme a vos, para escapar de ese sitio, y él, claro, se negó. Tuvimos una discusión, y me pegó, como siempre, así que salí corriendo. Me persiguió al menos durante algunas varas – Peristerio iba mejorando su historia, entrelazando una parte de verdad: Ḷarät, el molinero, sí le había perseguido, con un viejo sable en una mano y su hija sujetándole de la otra, suplicando que le dejara y convencida de su amor, de su lealtad y de su virtud incorrupta.
– De todas formas debes volver con él. Más vale que te sonrojen el trasero de vez en cuando que quedarte sin poder volver a un hogar, así tan joven. ¿En qué año naciste?
– No lo sé.
– ¿Cómo que no lo sabes? ¿No sabes la edad que tienes?
– 12 ciclos.
– Pareces mayor, por tu soltura. Si tienes 12, naciste en el Ciclo de los Soles 5018; o en el Año del Emperador 1495, que para el caso es lo mismo. Por tu cara veo que no sabes ni de qué te hablo. ¿Pero qué es lo que os enseñan en la escuela de Piedrabuey?
– Nunca fui a la escuela. Mi padre decía que necesitaba mis brazos para acabar el trabajo de cada jornada.
– ¿Y tampoco te enseñaron nada en casa?
– Mi madre murió durante su único parto; el mío, claro. Y mi padre pensaba que debía pasar mi vida atado a ese... molino, como él – esta vez era todo verdad, salvo por un detalle; escapar del pedazo de tierra que heredaría de su padre era el motivo por el que se había fugado, dos octanas atrás, aunque únicamente había llegado hasta el molino, que distaba algo menos de una legua de su casa.
– Me asombra cómo es posible que en este lugar, bajo el gobierno de la espléndida ciudad de Mecania, cuna de inventores e ingenieros, pueda eliminarse de un plumazo la educación de un espléndido jóven como tú.
– ¿Y vos? ¿Cómo es que estáis aquí?
– Mi querido Peristerio, si de verdad acabas viniendo conmigo, una de las primeras cosas que debes aprender es a tener todo listo y recogido cuando caiga la noche, para poder salir del pueblo cuando hayamos acabado. Nuestra ciencia aún ignora las causas de muchas enfermedades, y no existe curación para todos los males, así que, en ocasiones, alguno de los que pasan por nuestras manos acaba muriendo. Si las autoridades te acusan de haber tenido parte en su muerte, no serías el primero en patalear con una soga al cuello. Así pues, hace tiempo que adquirí la rutina de dormir con la parte inferior de mi carromato como único techo, y la rigidez de la manta sobre el duro y frío suelo por camastro.
De repente, en ese corto silencio que sobrevino, las tripas de Peristerio rugieron. Y era normal, pues había pasado dos octanas escondido en el pajar del molino gracias a la hija de Ḷarät, alimentado con sobras del día anterior que ella le llevaba y calentado en las noches frías por el cuerpo de, como ya habrán adivinado, la misma joven. Era extraño que no hubiera caído enfermo, pero el hambre tiempo ha que le acuciaba.
– Toma, anda, coge un currusco y rebaña lo que queda del guiso – dijo Einiano, riendo.
Así fue como comenzaron su vida juntos, pues en verdad hicieron buenas migas, a pesar de que al estómago del joven le hubiesen venido mejor platos de mayor enjundia.
Fueron dos los ciclos que Peristerio pasó con el cirujano–barbero. Dos años maravillosos dedicados a viajar de pueblo en pueblo por las provincias del Imperio de Braer y por las naciones a ellas limítrofes, aprendiendo de sus gentes y absorbiendo lo mejor de sus culturas, con la única obligación de ayudar al cirujano en las tareas que le encomendase, que eran sobre todo preparar el sencillo entarimado en la plaza de cada aldea y estar atento durante su trabajo para entregarle los útiles que necesitase. Entre otras cosas, el joven aprendió algo de culturilla, alimentada por su ingenio natural; también un poco de herbología, para poder hacer remedios; a construir sencillas trampas por la mañana para, con suerte, darse una buena cena; y, por supuesto, a aliviar callos y sabañones, limpiar y cerrar feas heridas, afeitar y arreglar barbas, y lo que podríamos denominar higiene dental (que básicamente podría resumirse en 13 palabras: coger con unas tenazas pequeñas el bulto negro e informe y tirar fuerte).
Sin embargo, Peristerio de Piedrabuey necesitaba algo más. Y Einiano no se lo podía dar.

Semblanza de Peristerio

Pues gracias a esta bendita maldita baja estoy, además de poniéndome al día para los exámenes, adelantando en la escritura de la que, como siempre espero, sea mi primera novela. De momento llevo un poco más de una cuarta parte escrita, lo que harían unas 85 páginas de un libro normal. Para entretenerles, aquí les traigo un extracto que relata la vida del siempre genial Peristerio. Como sé que la mayor parte de ustedes no tiene demasiado tiempo para leer, les pongo ahora aproximadamente la mitad de ese extracto, y en un par de días les pondré la continuación. No duden en criticar, no sólo el contenido sino también la forma, aunque ya les aviso que esto es lo último que he escrito y le hace falta un gran trabajo de revisión (entre otras cosas alargaré un poco algunas escenas, y dividiré algunas frases que han quedado muy largas).

Peristerio había nacido en el Ciclo de los Soles 5018; o en el Año del Emperador 1495, que para el caso es lo mismo. Su pequeña aldea estaba incluída en aquel entonces bajo el gobierno de la espléndida ciudad alana de Mecania, cuna de inventores e ingenieros. Sin embargo, su mala estrella quiso reservarle el destino de, como único hijo de su padre, pasar su vida atado a un pequeño terreno de labranza. Su madre había muerto durante el parto y su padre, que él recordaba como pendenciero y bebedor (en realidad, ya saben que no es tan verde el ogro como lo pintan), no sabía mejor remedio para ponerle en vereda que sonrojarle el trasero a base de cinturonazos.
En cuanto tuvo la menor ocasión, se fugó, aunque únicamente llegó hasta el molino del tío Ḷarät, que distaba algo menos de una legua de su casa. Allí pasó un par de octanas, escondido en un pajar gracias a la hija del molinero, alimentado con sobras del día anterior que ella le llevaba y calentado en las noches frías por el cuerpo de, como ya habrán adivinado, la misma joven. No hemos señalado que Peristerio contaba en ese momento únicamente con 12 ciclos.
Por supuesto, todo lo bueno se acaba. Sorprendido por el engañado molinero (que, como no podía ser menos, se tomó las cosas a la tremenda y le persiguió unas decenas de varas, con un viejo sable en la mano y su hija colgada del otro brazo), Peristerio hubo de salir huyendo, dejando atrás las súplicas que hacía a Ḷarät su hija, convencida de su amor, de su lealtad y de su virtud incorrupta. La noche era fría, pero el de Piedrabuey, con su carrera desenfrenada, ignoraba cualquier cosa que no fuera poner a salvo su pellejo. Afortunadamente, a un par de leguas de allí había hecho campamento uno de esos cirujanos ambulantes que lo mismo quitan una muela como recortan la barba. Había estado justo ese día en Piedrabuey, pero su rutina consistía siempre en salir del pueblo donde hubiera trabajado, no fuera a morir alguno de los que hubieren pasado por sus manos y le acusara a él la autoridad. No sería el primero en temblequear colgado de una maroma por esa falta.
Allí se dejó caer Peristerio, y Einiano, el cirujano–barbero, creyó que el muchacho había huido de su casa deslumbrado por la vida ambulante que podía ofrecerle. Peristerio, que ya desde joven apuntaba maneras, no le sacó de su error. En esa misma noche comenzaron su vida juntos, pues la verdad es que hicieron buenas migas, a pesar de que al estómago del joven le hubiesen venido mejor platos más sabrosos. Fueron dos los ciclos que Peristerio pasó con Einiano. Dos años maravillosos dedicados a viajar de pueblo en pueblo por las provincias del Imperio de Braer y por las naciones a ellas limítrofes, aprendiendo de sus gentes y absorbiendo lo mejor de sus culturas, con la única obligación de ayudar al cirujano en las tareas que le encomendase, que eran sobre todo preparar el sencillo entarimado en la plaza de cada aldea y estar atento durante su trabajo para entregarle los útiles que necesitase.

Editado: La verdad, como ya les dije, mientras escribía este capítulo me daba cuenta de que iba a necesitar un pulido especial: re-estructuración, re-elaboración de ciertos fragmentos,... Comprueben la entrada siguiente (13 de enero), para ver el proceso de cambio.

Solomon Kane

El lector avispado se habrá dado cuenta de que, de la lista de lecturas pendientes que pueden ver a la derecha, la imagen correspondiente al volumen de historias cortas de Solomon Kane desapareció días antes de que estrenaran la película (el pasado 1 de enero). Naturalmente, acudí con mis amigos al estreno, emocionado por el buen aspecto del trailer.
En cuanto al libro, se trata de ocho historias cortas (la edición añade una más sobre Sonia la Roja, que no tiene nada que ver con este tema) que sitúan al personaje en diferentes lugares y enfrentado a diferentes situaciones. En todos ellos, sin embargo, se cumple que la fe (el fanatismo, habría que decir) de este puritano personaje es la que consigue salvaguardarle una y otra vez. Su rasgo más importante es la constancia: cuando algo se le pone entre ceja y ceja, es capaz de viajar al lugar más alejado del mundo persiguiendo su objetivo.
En cuanto a la película, lo interesante es que coge el concepto de este singular personaje y lo extrapola, contándonos cómo llegó a ser lo que es. Aunque el guión se hace algo escaso, y en sus 100 minutos de duración aparecen varios personajes con una muy breve caracterización, tampoco da la impresión de que falte nada por decir. Sobre todo, sabiendo que en los relatos se añaden todavía menos datos.
Una buena coreografía, unos efectos correctísimos, que juegan muy bien su papel y, por encima de todo, esa atmósfera opresiva, que te transporta a una Inglaterra semi-fantástica.
Todo un acierto.

Editado: Por cierto, que para demostrar que me he terminado el libro en este periodo de baja médica, nada mejor que esta foto. El libro que sostengo en mi mano, casi leyendo el final, es el de Solomon Kane. Faran, impresionante como siempre.