--- Del diario de Jari Elesei ---
(Notas para "La muerte hambrienta")
9 de Olarune, Año del Reino 994. Puerto Áspid.
Por fin he conocido a otros miembros de la expedición Larko. Ha merecido la pena dejarle caer a ese Jeigen un par de coronas para que me tuviera al tanto.
No era el único que buscaba, al parecer, pues en cuanto me acerqué al predicador, otros dos se nos unieron, antes siquiera de finalizar las presentaciones.
{El comedor del hotel Galifar es, como el resto, demasiado grande y bonito, al menos para el estándar de Puerto Áspid y la cantidad de viajeros que he podido ver.}
Myev, la semiorca seguidora de la Hueste Soberana, no pareció alegrarse por nuestra presencia. Quizá piense que cuantos más seamos, a menos oro tocaremos. Sin embargo, cuando entramos en materia pareció verdaderamente interesado. Me pregunto a qué se dedicaba antes de conocer la devoción.
Los otros dos compañeros resultaron más enigmáticos. Zuki d'Sivis, el gnomo, estuvo hablador; pero eso es decir poco para alguien de su especie. Tendré que conocerlo más para hacerme una opinión. Por su parte, Lienia, una elfa de Valenar, se mostró silenciosa, prácticamente impertérrita. Parecía peligrosa, y no sé si quiero conocerla más.
Todos ellos acababan de llegar, así que les informé de lo poco que yo había averiguado. Accedieron a conocer al profesor Salpicabirras al día siguiente. Cuando llegó la hora en la que mi prudencia me aconsejaba marchar, Myev se lanzó a una perorata interminable sobre la historia del culto a los Nueve de la Hueste y las bondades de sus creencias. Me hubiera ido mucho antes, pero no había manera de meter baza entre tanta palabrería religiosa. Zuki tenía cara de circunstancias, pero de Lienia no hubiera sabido decir si estaba más dispuesta a firmar el ingreso al culto o a desenvainar la doble cimitarra y cortarle al infeliz la cabeza.
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10 de Olarune, AR 994. Puerto Áspid.
Me han informado de que llegó otro viajero que parecía dispuesto a unirse a la expedición Larko: un semielfo llamado Silamior que parece portar una Marca del Dragón.
No me dio tiempo a encontrarme con él, pues quería conseguir una cita con el profesor Salpicabirras. ¡Pero no me había dado cuenta de que era Sul, y la Galería de Historia estaba cerrada!
El buen hombre accedió a vernos en su casa, así que busqué al grupo y regresé con él. El profesor refrendó lo que ya les había adelantado: Utogo Larko cree haber localizado una pirámide de una civilización antigua, pero no parece dispuesto a compartir el descubrimiento con ninguna institución académica.
El profesor disponía de una suerte de reliquia y de un documento antiguo, pero su ayudante, Tirina Repollo, tardaba mucho en llegar. Por este motivo nos presentamos en la Galería, pero ya era demasiado tarde.
Mis compañeros mostraron su entereza y buen hacer. Mientras Zuki evitaba que el profesor contemplara el estado en que había quedado su ayudante (y sobrina), los otros dos se internaron en el almacén con las armas dispuestas y comenzaron a investigar la escena. A mí me enviaron a buscar a las autoridades.
Mientras corro hacia los cuarteles no dejo de preguntarme si Larko ha tenido algo que ver en esta muerte, pero sobre todo qué es esa gran marca que Repollo tenía en el pecho. No recuerdo de ningún monstruo ni aberración que deje unas marcas similares a las de una lamprea gigante.
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