[D&D] Bautismo eléctrico - Hermandad del Segundo Aliento, sesión 1

 
Ya les conté en otra entrada algunos detalles especiales de mi adaptación particular del inicio de Tyranny of Dragons. Y en las últimas cinco entradas les he ido describiendo a los miembros iniciales del grupo de aventureros que, con suerte, la recorrerán.

En ellas les contaba también sus primeros pasos en la aldea (aún en paz). Como resultado de sus decisiones, cuatro de ellos estaban juntos, en la taberna del pueblo, mientras el otro visitaba el templo de Chauntea, donde mantenía una conversación con Eadyan, el clérigo, sobre la conveniencia de seguir el «camino del perdón».

La "diversión" empezó con este último. En realidad, había empezado algo antes, con la llegada de diversas personas que habitaban o trabajaban en los alrededores. Gritaban que llegaban bandidos, kobolds o extraños sicarios vestidos de negro. Y todos tenían razón. Hasta el templo llegaron los gritos y el olor a humo, y para cuando el Ladrillo se asomó a investigar se topó con que un semidragón azul y su escolta de seis cultistas se dirigían hacia allí.

Ramindrath Ira Aciana. En una entrada posterior
veremos que, aunque se parezca, no es el
mismo semidragón que el aparecido en la aventura.
Obviamente, el Ladrillo no sabía quiénes eran, pero tenía claro que sus intenciones no eran nada buenas. El paladín gnomo quiso evitar un enfrentamiento directo (mientras Eadyan trataba de ocultar los tesoros sagrados del templo), pero los atacantes no le dejaron. Hay que decir que no lo hizo nada mal, a pesar de la abrumadora superioridad, e incluso logró que el Estallido Eléctrico lanzado por el semidragón impactara en uno de sus escoltas, que murió de inmediato. Al final, el Ladrillo quedó inconsciente, y el templo fue saqueado.

Mientras tanto, quienes estaban en la taberna también habían sido alertados por el alboroto. Los cuatro aventureros salieron del lugar, como el resto de los allí reunidos.

Una sombra pasó sobre ellos, hubo un rugido que hizo temblar sus corazones, y del oscuro cielo nocturno cayó medio cuerpo de un pobre miembro de la milicia. La huida causada por el miedo al dragón separó a los aventureros: Garra Parda y Sombra Oscura por un lado; Khalo Rho y Kathlyn por otro.

Los dos tabaxis se encontraron muy pronto con una cuadrilla de kobolds que acosaban a una familia (los Vencejo). El matrimonio trataba de llegar al torreón central (como todos los aldeanos), pero con sus niños en brazos eran presa fácil. Lograron vencer a los asaltantes, y dirigirse hacia la fortaleza, aunque el marido cayó durante la trifulca.

Por su parte, Khalo Rho y Kathlyn se encontraron con un enemigo más insidioso en su huida hacia el sureste. En la parte trasera de un taller encontraron una pequeña escena de horror: sentado en un banco yacía el cadáver de un humanoide (muy probablemente un humano) al que le habían colocado, en sustitución de la suya, la cabeza de un kenku. Aquello era mucho más de lo que esperaban en un asalto de aquellas características.

Dudaron entre investigar un poco o salir hacia el torreón, pero no pudieron tomar la decisión por sí mismas: tres cultistas, con sus rostros cubiertos por máscaras que semejaban cabezas de dragón, les emboscaron. «Pronto pasaréis a formar parte de mi museo», dijo quien parecía ser el líder. El combate fue duro, pero la magia de la bruja tiflin y la resistencia de la clérigo lograron lo impensable: dos cultistas yacían en el suelo, y el tercero, desesperado, usó su arma secreta. Cuando mostró su brazo izquierdo, que hasta entonces no había utilizado, las dos aventureras descubrieron que en realidad no era un brazo, sino los cuerpos de cuatro o cinco serpientes, delgadas y enroscadas unas con otras. Kathlyn acabó sucumbiendo al veneno de sus picaduras, y Khalo Rho no tardó en seguirla al mundo de la inconsciencia.

Horas después, despertaron en la planta baja del torreón, con unos terribles cortes en las comisuras de los labios que "ensanchaban" su boca. Un último regalo de su cruel enemigo. Allí estaban también los dos tabaxis, y allí también llegó un joven grandote y algo torpe que, guiado por Eadyan, llevaba al gnomo paladín en brazos.

En el exterior, los asaltantes desvalijaban las viviendas, los almacenes y los edificios públicos. Por fortuna, no había que lamentar muchas vidas humanas (la mayoría eran miembros de la milicia), pero había muchos heridos y muchos más desconsolados. Las horas se hicieron eternas, pues nadie descansó hasta que el cielo empezó a clarear y pudo comprobarse que los asaltantes abandonaban la aldea: parecían solo interesados en el botín.

Solo entonces Tarbaw Colinanocturna, el burgomaestre de Verdísimo, lanzó un discurso para motivar un poco a la gente, y para pedir voluntarios que acudiesen a Elturel con el fin de contar lo sucedido y pedir ayuda a los caballeros que la gobiernan.

Así terminó la sesión, y creo que les dejó con ganas de más.

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