Un par de partidas veraniegas, con buena asistencia de jugadores. Con estas dos sesiones, finiquité de forma rápida los tomos finales de la campaña El enemigo interior: El Imperio en llamas y Algo huele a podrido en Kislev. Ya les contaré en otro momento las razones que me llevaron a recortar y unir estas dos aventuras.
Durante la sesión anterior, el gobernante de Kveldulf había sido asesinado, y las Garras del Fénix decidieron buscar a un viejo ermitaño al que el grupo había encontrado vociferando sus profecías, entre las que se incluía la muerte del Rey Zorro. Además, un miembro del grupo había soñado con un oso blanco corriendo por el bosque con algo brillante sobre su testa, y con los nuevos sucesos cayó en la cuenta de lo que eso significaba: el siguiente gobernante pertenecería al desaparecido clan del Oso.
Pero el ermitaño había sido detenido y expulsado de la ciudad, así que los aventureros hubieron de ir a buscarlo por los alrededores de su cabaña, para lo cual tuvieron que granjearse la amistad de un espíritu del bosque, amigo y protector del ermitaño. Éste les contó que había encontrado la profecía en una vieja capilla duerga, perdida en las montañas, y allá que se fueron.
Después de un combate para ganar el paso al interior (durante el que murió el viejo ermitaño), una ardua exploración, y algo de conocimientos de Lo pasado, las Garras del Fénix encontraron las pistas suficientes como para entender que debían encontrar la Destral de Arëbako, el primer caudillo de los kvelditas, en su tumba bajo las ruinas de la ciudad de Belësaron.
Ruinas ocupadas por unos extraños mórtidos que actuaban como si la ciudad siguiera existiendo, a pesar de que rodeando la muralla había un ejército de albos, asediados a su vez por los fieros guerreros del clan de la Orca. El grupo de aventureros decidió saltarse a la torera los dos cercos, y con el Fénix, el barco volador, acudieron directamente al torreón de la abandonada ciudad.
Un corto combate con los mórtidos y una amistosa, aunque algo tensa, charla con el nigromante que los había alzado los condujo a un corto subterráneo repleto de trampas. Finalmente, el espíritu del propio Arëbako se les presentó junto a su sarcófago, para indicarles que su sucesor sería encontrado entre el clan de la Liebre.
Los jugadores pensaron enseguida que sería un superviviente del clan del Oso, adoptado desde niño tras la destrucción de su familia y hogar. Así que se dirigieron hacia los campamentos madereros de la Liebre. Pero eso ya será en una próxima partida.
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