Ya hemos visitado un par de veces obras de Douglas Niles, en concreto Los dragones, novela muy secundaria dentro de la ambientación de Dragonlance, y Trilogía de las Moonshaes, para Reinos Olvidados.
Las tres novelas que hoy tratamos, y que en realidad componen una única historia con idénticos personajes, tienen grandes paralelismos con las tres situadas en las islas Moonshaes: se ubican en lugares alejados del continente principal, no afectan al desarrollo de otros acontecimientos, están protagonizados por personajes poco profundos y cuyas relaciones se tratan de forma superficial, se alternan diversos puntos de vista, etc. Sin embargo, esta serie me ha resultado mucho menos entretenida, y debo reconocer que no he llevado un buen ritmo de lectura, a pesar de que entre las tres no suman ni novecientas páginas. Los tramos narrados desde la óptica de los ogros son superficiales y aburridos, la trama de las tres obras es esencialmente la misma, y el escenario cuanto apenas se describe. Además, hay momentos en que el tiempo transcurrido en los diferentes puntos de vista no cuadra, lo que es un síntoma claro de una estructura demasiado endeble.
Pero vayamos más despacio.
Las novelas se sitúan en la región denominada Límite del Glaciar, en las costas del Mar del Oso Blanco, y unos cinco siglos antes del Cataclismo que cambió la faz de Krynn. Una región extrema, con montañas ocupadas por hielos eternos, y un tiempo dominado por una noche y un día de varios meses, separados por una transición muy corta.
El Mensajero abre la serie y la considero la mejor de las tres. Comienza con un asalto de los ogros a una posición de arktos (uno de los grupos humanos, junto a los montañeses, que habitan la zona) y el exilio de un elfo silvanesti. De aquí se sigue el viaje en busca de un nuevo refugio para el invierno y el encuentro, como es lógico, de los personajes. Como sucedía en Moonshaes los «buenos» no se alían inmediatamente, y se plantean ciertas fricciones y problemas que podrían dar lugar a situaciones interesantes si al tío Niles le hubiera dado por escribirlas; en su lugar, parece que luchar contra otra amenaza mayor parece limar toda aspereza, y el tema no se vuelve a nombrar. Y así una y otra vez.
La esfera dorada es un artilugio que los ogros pretenden utilizar para hacerse con el Roquedo de los Helechos, el refugio humano, en la segunda novela. Para conseguir más esclavos, naturalmente, porque los ogros poseen una civilización esclavista y apasionada con el oro. Un grupo de personajes decide ir a Dracoheim, una fortaleza ogra donde se está construyendo la esfera, con el fin de destruirla.
Sin embargo, uno de ellos es apresado y llevado a Winterheim, donde acudirán a liberarlo sus compañeros en el tercer volumen. Y lo de Espartaco se queda en una nimiedad si se compara con lo que preparan en la capital de los ogros. Buena parte del final del libro está ocupada por una serie de combates y escenas rápidas, que quedan en agua de borrajas en un final donde casi se oye la música de Heidi.
En definitiva, una serie que podría haber quedado mejor con un poquito de atención adicional a los personajes y sus conflictos (y menos trama ogra), o que, al contrario, se podría haber resumido en una obra más breve eliminando un par de escenas superfluas.
Por lo que cuentas, da la impresión de que, si los ogros hubiesen puesto el mismo empeño de usar sus habilidades mágicas al servicio de la minería que pusieron en inventar cosas para esclavizar gente, se habrían ahorrado muchos problemas. Y serían más ricos.
ResponderEliminarSe me hace raro pensar que el tratamiento de la historia y los personajes puedan ser aún más superficiales que en las novelas de las Moonshaes :D.
Lo gracioso es que al parecer hay un montón de minas de oro y plata en el Límite de Glaciar, pero, como es lógico, las trabajan multitud de esclavos. Supongo que la idea era transmitir la sensación de una civilización decadente; y lo consigue, pero al precio de hacerla bastante irreal.
EliminarY sí, los personajes son pizca más o menos los de aquella trilogía, pero aquí sus conflictos no se solucionan en absoluto. Es como si, por poner un ejemplo, te encontraras con tu antiguo jefe, quien trataba mal a sus empleados y te despidió de malas maneras, y le invitaras a tomar unas cervezas, sinceramente y sin segundas intenciones. Tu actitud no cuadra con lo que uno esperaría de esa relación.
Tenía al tío Niles como a uno de los de arriba del montón, pero en esta trilogía se ha enfangado un poquito.