Reseña: El Reino de Istar


Este volumen es una de las antologías de relatos editadas bajo el sello Dragonlance. Forma parte, junto con El Cataclismo y La Guerra de la Lanza, de la serie «Cuentos» (en concreto, es el cuarto volumen de la edición anglosajona, que en español comenzó la llamada «Segunda Trilogía»).

Tras un corto prólogo donde los progenitores de la ambientación, Weis y Hickman, presentan el tema de la antología y dan un vistazo rápido a cada obra, el volumen está conformado por ocho relatos con una extensión media de cuatro o cinco decenas de páginas. El punto en común es que las historias se centran en los efectos que los edictos del Príncipe de los Sacerdotes (persecuciones xenófobas, prohibiciones religiosas, etc) causan en los personajes presentados. Considero que esto es el punto fuerte de esta antología (no ser simplemente un conjunto de relatos), pero también su debilidad, ya que la sensación final es que toda la gente de Krynn sabía, antes del Cataclismo, que la balanza estaba demasiado desequilibrada hacia el Bien, y que, a pesar de que el Príncipe de los Sacerdotes había enloquecido, casi todo el mundo siguió sus dictados.

Las ocho narraciones del volumen son las siguientes:

  • Seis cantos por el Templo de Istar, de Michael Williams. Un conjunto de versos en torno a una visión profética sobre la destrucción de Istar. Lo interesante es, por supuesto, el formato, algo que no puede ser apreciado de forma conveniente en una traducción.
  • Los matices de la fe, de Richard A. Knaak. Parece que algunos autores se «especializan» en ciertos argumentos o tipos de personaje, y aquí Knaak, autor de las novelas de Huma y Kaz, nos presenta a un caballero de Solamnia visitando Istar y descubriendo que su gloria y su pureza no son tales. La trama es interesante y el relato está bien escrito.
  • Estofado kender, de Nick O'Donohoe. Poner a un kender como aprendiz de caballero puede ser divertido, pero que su proceso de aprendizaje y su situación entre los otros alumnos parezcan sacados de El juego de Ender me fastidió bastante. Una escritura ágil pero que no cuenta casi nada.
  • El deseo del goblin, de Roger E. Moore. Presenta a diversos personajes (kender, goblin, minotauro y túnica negra), huidos de las persecuciones y de los cazarrecompensas. Ni ellos mismos se creen que puedan cooperar. Las sesenta páginas del relato resultan demasiado numerosas para lo que cuentan.
  • Las tres vidas de Horgan Embaucabueyes, de Douglas Niles. Más que «las tres vidas» debería llamarse «los tres fragmentos en que aparece en toda la Historia conocida de Krynn». Es bastante interesante, y de hecho se me hizo algo corto. El tío Niles, a quien vituperé hace poco, ha vuelto a ganar algunos enteros.
  • Llenando espacios vacíos, de Nancy Varian Berberick. Un cazarrecompensas es contratado para encontrar a un misterioso personaje, lo que resultará en una grata sorpresa final.
  • Día libre, de Dan Parkinson. Otro autor «especializado», autor de las Naciones enanas, narra una pequeña historia sobre unos enanos gully que viven bajo el Templo de Istar. Me resultó demasiado simple, incluso contando con la ironía de que la actuación de los gully resultara en la aprobación de cierto decreto importante para la historia de Krynn.
  • Hilos de seda, de Margaret Weis y Tracy Hickman. Por su extensión de setenta páginas resulta más una novela corta que un relato. Cuenta las andanzas de Michael, clérigo de Mishakal, y Nikol, entrenada dentro de una familia de caballeros de Solamnia. Deben rescatar al hermano de ésta, raptado para un oscuro propósito. La presencia de Raistlin y la forma en que se deja ver su extraña relación con Fistandantilus hace que este texto sólo sea apto para los que sepan de los sucesos acaecidos en Leyendas de la Dragonlance.
Por último, me gustaría resaltar que algunos de los relatos tienen una segunda parte o continuación (como la historia de Michael y Nikol, o la de los enanos gully), o al menos comparten personajes (como el amanuense que cuenta la vida de Horgan Embaucabueyes), con otras historias escritas por los mismos autores y aparecidas en El Cataclismo, que reseñaremos dentro de poco.

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