Tal y como sucedía con las novelas de Huma y Kaz, la tercera y sexta novela de Dragonlance Heroes pueden leerse seguidas, pues forman parte de la misma historia: la del caballero de Solamnia Galen Pathwarden.
Michael Williams, su autor, nació en 1952, en Kentucky. Además de comer pollo frito {no he podido evitarlo} trabajó para TSR y para la también compañía de juegos Pacesetter. Sus primeras novelas, las que reseñamos hoy, fueron publicadas en 1988 y 1990. Para la ambientación de Dragonlance también ha escrito El Código y la Medida (1992), que se engloba en el sexteto Compañeros y, junto a su esposa Teri, dos novelas sobre villanos: Verminaard, Señor de Nidus (1993) y Takhisis (1994). Además tiene algunos trabajos originales, como la serie From thief to king, con tres libros entre 1990 y 1992, y uno más en 2010, y la historia que forman Arcady (1996) y Allamanda (1997).

El caballero de Solamnia presenta, en sus casi cuatrocientas páginas, la historia de cómo Galen Pathwarden pasa de ser un chiquillo borde y consentido, cobarde e interesado, a convertirse en un escudero al que merece tenerse en cuenta. En la contraportada del libro se dice que tiene un «tono humorístico» y unas «situaciones divertidas y sorprendentes». No negaré que en ciertos momentos el personaje de Galen me ha recordado a Lázaro de Tormes, ni que ciertos guiños me han arrancado a duras penas una sonrisa; pero es todo. No es un libro divertido, ni está escrito con agilidad. Las escenas son más bochornosas que divertidas, y lo único que sorprende es cómo pueden alargarse tanto algunas tramas. La buena sensación del principio se va diluyendo en manos de un personaje cobarde y rastrero que ningún caballero tomaría como escudero. Una auténtica Comadreja (es su mote, al que hace referencia el título original del libro, Weasel's luck), que en ningún momento muestra arrepentimiento o algún viso de moralidad.
Por su parte, El caballero Galen comienza un tiempo después de terminada la narración anterior, cuando el personaje ha terminado su período de escudero y ha sido nombrado caballero por derecho propio. Lo cual, habida cuenta de la escasa confianza que en él tienen su señor y su educador, es completamente ilógico. El azar quiere que deba encabezar una nueva aventura para liberar a su propio hermano de un malvado que es, básicamente, una copia del que aparecía en el volumen anterior. El personaje sigue sin merecer salir victorioso de los lances a los que es arrastrado, y no digamos nada del título de caballero. Además, si los secundarios del anterior eran simples y exagerados arquetipos, en éste nos encontramos con personajes planos que no sirven más que para aburrir al lector cuando llega un fragmento con su punto de vista. Lo único que mejora con respecto a la otra novela es su longitud, que se reduce a tres centenas y media.
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