A Peter Benchley el arte le viene de familia: Su abuelo paterno, Robert, fue actor, crítico teatral y humorista. Su padre, Nathaniel, escribió unas 35 obras (más de la mitad para un público juvenil). Su hermano menor, Nat, es también actor y humorista.
Benchley tenía 34 años y había trabajado en diferentes medios escritos (The Washington Post, la revista Newsweek, National Geographic e incluso la Casa Blanca) cuando Tom Congdon, de la editorial Doubleday e interesado por sus artículos, contactó con él para discutir ciertas ideas literarias. Durante la reunión, Congdon no quedó para nada impresionado por las propuestas de Benchley sobre libros divulgativos, pero se interesó por su idea para una novela sobre un enorme tiburón blanco aterrorizando a la población de un destino turístico. Aunque tuvo que reescribir su trabajo al gusto de la editorial, había nacido Tiburón.

El autor siguió trabajando, y publicó otras siete novelas: una semibiográfica y relacionada con el alcoholismo, otra sobre su trabajo en la Casa Blanca, y las otras cinco donde el mar sigue teniendo un gran protagonismo, generalmente por la procedencia de sus antagonistas. Salvo una (que casualmente es su novela con mejores críticas: The girl of the Sea of Cortez), todas han sido adaptadas al cine, con escaso éxito. También creó el guión para dos cortas series de televisión, y escribió en sus últimos años libros divulgativos en contra de la explotación marítima y a favor de la presencia de tiburones en los mares del mundo.
¿Y qué hay de la novela que le dio fama?
Tiburón es una historia relativamente breve, y si la dividiéramos en las tres partes consabidas obtendríamos una introducción alargada, en la que se suceden las víctimas del tiburón mientras las autoridades se niegan a aceptarlo; un nudo acortado, donde un par de personajes que parecían tener escasa importancia se cruzan para generar un conflicto nuevo; y un desenlace muy correcto donde, como es lógico, se resuelven ambos conflictos. {Tampoco es cuestión aquí de contarles cómo acaba, aunque sería raro que no lo supieran}

Otro de los puntos negativos es la resolución de uno de los conflictos. Se trata del creado en la parte media de la novela, y que es solucionado con un mecanismo de deus ex machina por el propio jaquetón (podríamos llamarlo carcharodon sub mari).
A pesar de lo dicho, la novelilla se lee muy fácilmente, de un tirón, y está escrita con un lenguaje accesible pero no llano. Se ha convertido ya en un clásico cuya lectura recomendamos desde aquí. Les dejo con un par de frases.
–Suena usted como un gángster de película: «Quiero ver a ese pez muerto». Así que me contrata para que lo mate. ¿A quién encargará que lo haga, si no lo hago yo?
–¿Qué podemos hacer? Diablos, preferiría un huracán. O incluso un terremoto. Al menos, cuando pasan ya se han acabado. Puede uno mirar a su alrededor y ver lo que ha pasado, y lo que se tiene que hacer. Son sucesos, algo con lo que uno puede enfrentarse. Tienen un inicio y un fin. Esto es una locura.
Estoy derrotado. Lo único que podemos hacer es esperar hasta que Dios, la Naturaleza o quienquiera que nos esté haciendo esta jugarreta, decida que ya hemos sufrido bastante. Esto ya queda fuera del poder humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario